martes, 13 de abril de 2010

La salida de la crisis depende de los ingenieros.


Aunque hay muchos otros factores, no olvidamos nuestra responsabilidad como colectivo del que depende la creatividad de las empresas, el factor que las puede hacer evolucionar más firmemente.

No se puede perder de vista que el ingeniero está en la base del hecho industrial. Es lógico que una vez establecida la industria, son necesarios otros tipos de trabajadores para mantenerla, dar salida a sus productos, dirigirla correctamente, para la fabricación propiamente dicha, etc., pero todo ello no puede hacernos olvidar la razón de ser de la industria: transformar algunos elementos en otros que precisa la sociedad.

Cuando la empresa está en funcionamiento es fácil pensar que se puede prenscindir del ingeniero, porque “ya no hace falta”. No son pocas las empresas que en los últimos años han caído en la tentación de deshacerse del personal técnico, porque han valorado que disponen de un producto estabilizado en el que no pretenden efectuar cambios próximamente y el del ingeniero es uno de los sueldos más elevados. El error no puede ser mayor, porque supone matar a la gallina de los huevos de oro. Muy al contrario, lo que deberían hacer es estudiar si se está sacando el provecho necesario a dicho empleo: si en la empresa no hay nuevos productos pendientes de poderse llevar a cabo, si no se buscan cada día métodos para incrementar la productividad, para abaratar el producto, para darle nuevas aplicaciones... es porque el ingeniero está entretenido en otras funciones que no son las propias y hay que cambiar urgentemente la estrategia de la empresa.

Hemos dicho otras veces que uno de los problemas a los que se enfrentan las empresas de nuestro entorno es la falta de competitividad, originada muchas veces por una historia que ha propiciado el funcionamiento al margen de los técnicos capaces de idear nuevos productos, asegurar el funcionamiento y el desarrollo correcto de los existentes. Ahora es el momento de hacer volver a los ingenieros a su función imprenscindible: crear. No podemos seguir esperando a que la situación vuelva al estado anterior de manera que los productos de nuestras empresas se compren dejando márgenes muy elevados que permiten no afinar en la industrialización, ni podemos seguir lamentándonos porque el mercado no quiere nuestros buenísimos productos y prefiere la baja calidad que de los que nos llegan desde China u otros lugares. No sirve de nada despedir a la mitad de la plantilla sin más, porque la otra mitad terminará por seguir el mismo camino si no se hacen cambios más profundos. Tanto énfasis en la “innovación” hace pensar en novísimos desarrollos o ideas espectaculares y olvidar los pequeños avances necesarios para mantener la industria en su mejor nivel. La crisis exige a los ingenieros una nueva Revolución Industrial, no para conseguir nuevas maravillas, sino para dotarnos de una industria sostenible a nivel global capaz de dar satisfacción a un mercado que no se va a seguir expandiendo como lo había hecho hasta ahora.

VECTOR, Servicios de Ingeniería Mecánica.