martes, 3 de noviembre de 2009

A vueltas con la educación.


Ahora que se está fraguando el sistema educativo para los próximos años, me parece un asunto lo bastante interesante desde el punto de vista de la empresa, como para dedicar alguna reflexión más a este tema.

En cuanto a la formación que han de recibir los futuros ingenieros, escribí algo en un post anterior. Profundizando poco más sobre los conocimientos que poseen los recién titulados en la especialidad, se observa claramente la carencia de capacidades básicas, demasiado habituados a la utilización de fórmulas de manual y con poca base teórica. Lo peor es que la escasa base teórica no se ve sustituida por mayor base experimental, en la cual siguen siendo tan poco diestros como lo éramos generaciones anteriores. Tampoco ayuda el conocimiento de idiomas -limitado al inglés-, pues en muy pocos casos son capaces de mantener una conversación con un técnico de otro país (¿y de qué hablarían si supieran inglés, puesto que tampoco conocen la técnica?).

Las empresas necesitan personal bien cualificado en toda su estructura. Ni siquiera el tipo de “peones” que últimamente se habían impuesto como mano de obra barata ha reportado beneficios, y parte de la baja productividad actual tiene su origen en esta realidad. No es necesario estudiar más años, pero durante el periodo formativo deberían consolidarse herramientas básicas de las que estos nuevos titulados carecen con frecuencia: no se pueden tolerar ni la escritura con faltas de ortografía e incapaz de transmitir una idea de manera comprensible, ni la dificultad para comprender las instrucciones de un manual o para trabajar a nivel aritmético y progresivamente la carencia de bases en cada paso de la formación que se supone. No ganaremos nada con tener cada vez más titulados si el título no asegura que se han adquirido ciertas capacidades.

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